BATALLA DEL ALFAMBRA
¡LA ULTIMA CARGA DE LA CABALLERÍA ESPAÑOLA!
¡LA ULTIMA CARGA DE LA CABALLERÍA ESPAÑOLA!
La 1ª División de Caballería en lucha contra el COMUNISMO
GENERAL JOSE MONASTERIO ITUARTE
GENERAL DE ORIGEN Y ADSCRIPCIÓN CARLISTA
El núcleo inicial de la 1ª División de Caballería nacional, que participó de manera activa en la batalla del Alfambra, habría que buscarlo en los escuadrones a caballo que facilitaron el enlace entre el ejército expedicionario que avanzó desde Sevilla o en el Ejército del Norte, en el Puerto del Pico, durante los primeros meses de la guerra. Posteriormente, a aquellos mismos jinetes se les asignó la protección del flanco derecho de las fuerzas nacionales que impetuosas avanzaban sobre el Madrid republicano.
A aquellos mismos jinetes se debe la ocupación de los Ángeles y el mantenimiento de un amplio frente sin ocupar y que abarcaba desde Villaverde a La Cuesta de la Reina y de ésta a Toledo. Participaron también en la batalla del Jarama o en la defensa del Pingarrón, donde algunos de sus escuadrones sucumbieron bajo las órdenes del comandante Zamalloa, o tomando parte en el verano y el otoño de 1937 en diversas misiones de tipo defensivo, cubriendo extensas zonas gracias a sus particulares características.
A mediados de diciembre de aquel mismo año, Franco reunió dichas fuerzas en la denominada 1ª División de Caballería, unidad puesta bajo el mando del general de brigada de Caballería José Monasterio Ituarte, jefe a su vez de las Milicias de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, asignándosele la misión, junto con otras unidades convencionales, de vigilancia sobre el alto Tajo.
La creación de aquella nueva unidad obedeció pues a su prevista actuación encaminada a la protección de los flancos de las columnas que avanzaban sobre el cercado Madrid. Pero el ataque republicano a Teruel, en los finales de 1937, varió aquellos planes nacionales, y por ello dicha unidad recibió la orden de traslado a aquel nuevo y distinto teatro de operaciones.
En aquellos momentos la 1ª División estaba formada por 3 brigadas, numerados sus regimientos del 1 al 6. Contaba, asimismo, con dos grupos de artillería del 75 y del 105 con 5 baterías, Ingenieros, Intendencia, Grupo de transporte a lomo, Grupo de carros catalanes, Sanidad, Veterinaria y las Planas Mayores, con un total aproximado de unos 3.000 hombres.
A la par, cada regimiento estaba compuesto por 2 escuadrones de sables y un escuadrón de ametralladoras, con unos efectivos de 500 hombres cada uno. Así de los 29 escuadrones con los que contaba la división, 23 eran de sables y 6 de ametralladoras.
EL GENERAL JOSE MONASTERIO ITUARTE AL FRENTE DE SUS JINETES EN LA ULTIMA CARGA DE LA CABALLERÍA ESPAÑOLA
Conclusiones finales
La Batalla del Alfambra, fue unas de las más cortas y espectaculares de toda la guerra civil española, y quizás la que más negativamente influyó en el ánimo del combatiente republicano, alcanzado así uno de los objetivos previstos por los nacionales.
Por otra parte, las tropas gubernamentales que intervinieron en ella, quedaron derrotadas moralmente sin apenas haber tenido ocasión de luchar, y aquella misma desmoralización, junto con su terror, lo contagiaron a través de sus relatos a las otras unidades con las que convivieron, y de paso a los bisoños reclutas procedentes de los últimos reemplazos llamados a filas, que si bien se procuraba recuperarlas cubriendo sus bajas con ellos, su mal era otro y este ya no tenía remedio como más adelante pudo comprobarse en el Ebro con la llamada quinta del “biberón”.
En el Alfambra los veteranos combatientes gubernamentales, además de darse cuenta de la terrible inferioridad o del desamparo en que se encontraban, en particular en todo lo que hacía a material de guerra, se dieron cuenta de algo mucho peor, y fue de lo mal mandados que se encontraban, invadiéndoles la angustia de sentirse inseguros y desamparados al verse víctimas de unas maniobras tácticas puestas en práctica por el enemigo, que a menudo les salía por su retaguardia, obligándoles a rendirse cuando ni tan siquiera habían empezado a combatir.
Aquellos intensos bombardeos artilleros y aéreos a que fue sometido el Ejército republicano, en particular los caídos sobre la propia 42 División, a los que siguió la implacable persecución por parte de los tanques, la caballería y la aviación nacional en aquella batalla, más que un sentimiento de derrota creó un tremendo pánico al ver como caían los compañeros sin poder hacer nada en absoluto, llevándolos a buscar su propia seguridad en la huída o bien en su entrega al enemigo como prisioneros.
A partir de aquella batalla, los gritos de “viene la caballería” o “estamos copados”, fueron sinónimo de alocadas desbandadas republicanas, muchas veces totalmente huérfanas de mandos, y con el único propósito de conservar simplemente la vida.
Por otra parte, detalles a banda, algún día habría que buscar cuales fueron los motivos reales que influyeron de forma tan negativa, a partir de aquel entonces, en la marcha de la guerra, aunque algunos de ellos eran, vista la experiencia del Alfambra, la propia impericia de muchos de los mandos republicanos, salvando siempre las honrosas excepciones, o la inconsciencia con que actuaron sus Estados Mayores.
Buena muestra de que no se aprendió nada, o que no se sacaron las pertinentes conclusiones tras el desastre, será la gran derrota que el Ejército Popular sufrirá unas pocas semanas más tarde, a todo lo largo y ancho del frente de Aragón, al repetirse lo del Alfambra pero a lo grande y de nuevo para desgracia de la República.
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