sábado, 9 de febrero de 2019

DERROTADOS EN ESPAÑA SE FUERON COMO PROFESORES A LA ACADEMIA DE FRUNCE DEL EJERCITO ROJO SOVIÉTICO.






DERROTADOS EN ESPAÑA SE FUERON
COMO PROFESORES A LA ACADEMIA DE FRUNCE DEL EJERCITO ROJO SOVIÉTICO. FALTA EL CAMPESINO (Jefe), por decir algo, de la 46ª DIVISIÓN REPUBLICANA, QUE LE LARGARON POR FALTA DE CAPACIDAD TÉCNICA







Los Generales no fueron a la guerra Mumdial

En 1943, tres españoles ascen­dieron al generalato en el Ejérci­to Rojo. Se les encargó la organiza­ción del Ejército Popular Polaco, un cuerpo de ejército a las órdenes del general Berling. Juan Modesto reci­bió el mando de la 1ª División, Enri­que Líster de la 2ª y Antonio Cordón se incorporó al Estado Mayor. Per­manecieron siete meses con los po­lacos, pero no llegaron a ir al frente. En noviembre de 1944, se traslada­ron a Yugoslavia para asesorar a los partisanos de Tito, permaneciendo allí hasta febrero de 1945. En cam­bio, Valentín González El Campesino tuvo problemas con las autoridades de Moscú, por lo que trató de aban­donar el territorio soviético, pero fue capturado e internado en un campo de trabajo. En 1949 logró huir final­mente a Irán y de allí a Francia.



(Blasco) Tengo la impresión de que por estas latitudes son más inhumanos de lo que podía juzgar a través de las páginas de la revista La U.R.S.S. en construcción que leíamos en España. Dicen que son felices y que son muy ricos. Quizá sea verdad, pero yo en un día veo más andrajosos en una calle de este pueblo que he visto en toda mi vida en nuestra pobre España.



MODESTO, CORDON Y LISTER



(Prieto) Más que nunca deseábamos, en pocas palabras, volver al putrefacto mundo capitalista.

Hallándose los alumnos pilotos en este estado de ánimo, llegaron a Planérnaya, Enrique Castro, miembro del Comité Central del Partido Comunista de España, y con él, Líster, comandante del V Cuerpo del Ejército de la República Española. Venían a agitarles y a proseguir la campaña, para que se quedasen en la U.R.S.S. Castro les lanzó un entusiasta discurso, intentando despertarles los supuestamente dormidos sentimientos antifascistas. Castro no es ningún iluso. Sabía tan bien como nuestros compañeros, que esos sentimientos hallábanse más despiertos en los ánimos de éstos que en el suyo propio. Entre nuestros compañeros eran sinderos; él se valía de ellos como de simples armas políticas, útiles en determinada época e inútiles en otras, según las circunstancias que se presentasen. El comandante Líster sólo les convenció de que eran extraordinarias su incultura y su brutalidad, y que el azar de la guerra y la propaganda política pueden lograr verdaderos milagros como, por ejemplo, convertir en general a un individuo semianalfabeto. ¿Qué consiguieron, en suma, con sus discursos?

Absolutamente nada, y ambos abandonaron la casa de descanso convencidos de lo mismo. Habían oído los jóvenes pilotos demasiados tópicos y consignas, quizás tantas como ellos, y sabían en qué se basaban los argumentos comunistas. Podían, incluso, mitinear en plan bolchevique. Así, pues, Castro, mohíno, regresó a la oficina del Komintern, en donde trabajaba, y Líster a la Academia de Frunce, en donde compartía sus estudios con algunos otros técnicos militares españoles tales como Valentín González -Campesino- Tagüeña, etc.


(Monclús) El día 18 de agosto de 1939, organizaron una conferencia en la escuela, actuando de orador nada menos que LISTER, comandante de un Cuerpo de Ejército durante nuestra guerra. En la primera parte de su perorata, nos repitió el disco de la traición de todos los dirigentes políticos y sindicales de España y lo otro de que, sólo el Partido Comunista era el defensor de las libertades del pueblo español. Después se dirigió a nosotros para decirnos que, por nuestro propio interés, y por la libertad del pueblo español, deberíamos ponernos a disposición del gobierno soviético. Lister no era orador ni capaz de decir media docena de palabras por cuenta propia. Se limitó a leer, mal, lo que le habían dado escrito.

(Monclús) Siguieron las coacciones. Las amenazas de los comunistas españoles eran cada día más soeces y violentas. Un día llegó a la casa de reposo Santiago Castro [sic], miembro del Buró Político del Partido Comunista. De una forma brutal nos dijo:

– Vengo a veros por mandato de José Díaz y Dolores Ibarruri, para proponeros, por última vez, que os pongáis a las órdenes del gobierno soviético. Si no lo hacéis así, se os considerará como traidores al pueblo español.





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